COMO ME LO CONTARON: recordando a la maestra de la primaria

Finales de los 80 o principios de los 90.

Mis dos hijos varones estaban en la escuela primaria situada en 23 y B.

La escuela se estaba cayendo a pedazos y por miedo a que se cayera un plastón del techo y matara a un niño se trasladaron a una escuela primaria que está o estaba por 17 entre 12 y 14

Nosotros vivíamos en 23 y D. Llevábamos a los niños a la escuela caminando solo 2 cuadras. Pero ahora teníamos que coger una guagua pá llá y otra pá cá, con lo malo que estaba el transporte.

23 de D a 12

Ustedes pensarán que esto era contraproducente, verdad? Será porque ustedes están falta de información.

Nosotros éramos 4. Y a cada uno nos daban un pancito chiquito al dia, uno por cada integrante del núcleo familiar. uno por cabeza.

pan diario

Los pancitos no estaban malos… acabados de hacer.

Cómo se robaban la manteca, cuando uno los iba a buscar y estaban acabaditos de sacar del horno estaban ricos y olían estupendos, pero cuando se enfriaban los podías usar como arma defensiva en contra de un ataque enemigo. Además, eran chiquitos.

Por la mañana los niños se comían su pancito en el desayuno y se llevaban los dos pancitos de nosotros para la merienda de la escuela (nosotros los adultos nos íbamos en blanco: un jugo de naranja, si habían naranjas: la leche aguada era para los niños).

Y un buen dia nos enteramos de que la maestra, una gorda ella de cuyo nombre no me acuerdo, cuando los niños se portaban mal, el castigo era quitarles la mitad de la merienda. Y por supuesto llegado a este grado de degradación humana y hambre, todos los niños se portaban muy pero que muy mal.

Desesperados y encabronados por esta situación, y sin saber que hacer (si no denuncias a la maestra eres cómplice del abuso y  si denuncias a la maestra la cogen con tus hijos) vino el traslado de 23 y B hacia la otra escuela.

El primer dia, cuando bajábamos por 12 desde 23, y pasando por el Tropicream de 12 y 21, descubrimos que estaban vendiendo «discos voladores».

Tropicream 12 y 21

Una paradoja: el pan estaba racionado pero allí vendían discos voladores. Cosas de mi país.

Y sin importarnos mucho que carajo tenían los discos voladores adentro -era como un queso crema derretido, o al menos quiero creer eso- le comprábamos 4 discos voladores, dos para cada uno, para que cuando la maestra le quitara uno al menos ellos  se pudieran comer el otro.

Nunca le he preguntado a mis hijos si se acuerdan de este episodio. Yo no me acuerdo del nombre de la mestra pero sí de su fisico: una mulatona gorda y sonriente, que al quitarle la mitad de la merienda a cada niño del aula resolvía el almuerzo, o al menos no se iba en blanco.

Y esa era la maestra. Dando el ejemplo. Educando a las futuras generaciones. Quizás esta sea parte de la explicación de el comportamiento de «El hombre nuevo».

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